Las estaciones naturales son diferentes a las estaciones del calendario gregoriano
Somos naturaleza.
Todo y todos formamos parte de UN todo.
Un todo que responde a ciclos regidos por la energía del Sol. El astro realmente ilumina la vida, gracias a su calor y su luz se producen todas las interacciones biológicas posibles.
Con solo observarlo y sentirlo podemos darnos cuenta de ciclos que se repiten a lo largo del año infinitamente, sea la tierra redonda o plana.
Hay dos cosas fáciles de observar. Una es mirando el horizonte todos los días y otra es marcando la luz que entra por una ventana por el este o por el oeste, que ilumine de lleno una habitación, al amanecer o al atardecer e ir haciendo marcas.
Lo primero es conocer los puntos cardinales del lugar de observación. Saber exactamente donde está el norte, el sur, el este y el oeste. El sol sale por el este y se pone por el oeste. Si nos paramos con los brazos abiertos apuntando con la derecha el este, y la izquierda el oeste, al frente tendremos el norte y atrás tendremos el sur.
Observando las marcas, podremos ver que el sol viaja desde un punto del sur a un punto al norte, en la línea del horizonte, coincidiendo con el solsticio de invierno, el 21 de junio, el día más corto y la noche más larga del año; y un punto al sur, coincidiendo con el solsticio de verano el 21 de diciembre, el día más largo y la noche más corta del año. Este viaje lo hace invariablemente de ida y vuelta cada año del invierno al verano y del verano al invierno. Hay un punto justo en el medio de esta línea, por el que pasa las dos veces, cuando el día tiene el mismo largo que la noche, los días de equinoccio. el de otoño cuando viaja al norte y el de primavera cuando viaja al sur.
Lo mismo podemos marcar con la luz que entra por una ventana al amanecer o al atardecer.
Este tránsito del sol marca cambios cada 15 días en el clima y por lo tanto en la naturaleza. Son cambios casi imperceptibles, sobre todo para el homo de hoy en día que perdió la costumbre de observar y sentir la vida real.
Estos cambios tienen como eje un cambio energético, de yin a yang y de yang a yin. Entendiendo el yin y el yang como la polaridad de una batería, el yin es el polo negativo y el yang es el polo positivo.
Para generar vida siempre se necesitan los dos polos, las dos potencias, porque la vida es energía, la naturaleza lo tiene claro y lo tiene presente en todos lados. Cuando se unen generan el chispazo de la vida, de lo contrario, ahí se detiene y/o muere.
El invierno es yin, es el polo negativo, el verano es yang, el polo positivo.
Toda la naturaleza a lo largo de ese cambio de frecuencia energética pasa de óvulo o espermatozoide a semilla, a embrión, a plántula, o a joven, para transformarse en un árbol frondoso o a un animal vigoroso de cualquier tamaño, y el ciclo vuelve a empezar. Todos son importantes para la biología, la vida de la tierra. Incluyendo los microorganismos, virus y bacterias, sin los cuales la vida no sería posible. Ellos son los que sintetizan los cambios más sutiles de todo lo que hay, incluso todo nuestro organismo, desde la piel hasta el adn. Son amigos, no enemigos.
Así la energía pendúla de máximo yin, el 21 de junio, a máximo yang, el 21 de diciembre, pasando por una energía de equilibrio en el equinoccio de primavera, el 21 de septiembre, y en el de otoño, el 21 de marzo, en el que el día dura tanto como la noche. La diferencia es que al día siguiente en el equinoccio de primavera el día sigue alargándose, rumbo al verano y en el de otoño, acortándose, rumbo al invierno.
Así es que cada una de estas fechas son el máximo de cada estación. El 21 de junio es el máximo del invierno, iniciándose los primeros días de mayo y terminando los primeros días de agosto, en que vemos, con nuestros ojos, a la naturaleza reverdecer. Por eso en mayo, junio y julio son los días más fríos. En Misiones, hace unos cuarenta años, eran las heladas más fuertes y abundantes, se congelaba el agua goteando de una canilla. A fines de julio, el lapacho amarillo a veces y otras veces el rosado, con sus maravillosas flores, mas el reverdecer de toda la selva, que en invierno se ve gris, anuncia la llegada de la primavera, junto con los vientos del norte y del este. Es que la naturaleza sabe que la primavera empieza a principios de agosto, llega a su máximo el 21 de septiembre y termina los primeros días de noviembre, que es cuando se inicia el verano, llegando a su máximo el 21 de diciembre. Por eso en noviembre, diciembre y en enero es cuando más calor hace. En febrero afloja, por lo menos las noches ya se vuelven frescas, y es porque inicia el otoño, para llegar a su máximo el 21 de marzo y finalizar a principios de mayo. En nuestro territorio es como otro tiempo de florecer, esta vez las flores más pequeñas. Los campos del sur de la ex provincia de Misiones se vuelven maravillosos, llenos de florecillas y de pastos dorados, con colores que van otoñando, hasta que el invierno vuelve a hacer presencia a partir de los primeros días de mayo.
La vida en nuestra tierra guaraní muestra estos cambios de una manera maravillosa. En cada tiempo tenemos la refulgencia de algún árbol de gran porte, las enredaderas, y tooda la gran diversidad que la compone se agranda y se achica, de yin a yang y de yang a yin todo el año, una danza maravillosa para quien sabe observar.
En invierno es cuando menos energía hay, por eso todos preferimos estar en casa, prender un fogón, comer comidas y tomar bebidas calientes. Acostarnos temprano y levantarnos tarde. En verano es cuando más energía hay, por eso todos preferimos estar afuera, el agua es el mejor lugar para estar, comemos liviano y tomamos bebidas frescas. Dormimos tarde y nos levantamos temprano y la siesta se vuelve obligada para mantener la energía sana.
Durante los equinoccios, en primavera, vamos aliviando la ropa, aumentando la actividad y volviéndonos muy productivos naturalmente. Aunque en la realidad de hoy sucede que todos están muuy cansados, porque mantuvieron alta la actividad en el tiempo de menor energía, usando la energía de reserva para lograrlo, propiciando los estados de desequilibrio en la salud. En otoño pasa al revés, nos vamos abrigando poco a poco y vamos reduciendo naturalmente las actividades. Aunque nuevamente, como estamos desconectados de la naturaleza, todo lo hacemos al revés. Es cuando se inician las actividades anuales según el calendario gregoriano, que para eso fue hecho, para que dejemos de conectar nuestro mundo interior, de nuestro cuerpo y alma con el mundo exterior, la naturaleza.
Acompasar ambos mundos es lo más sabio que podemos hacer para lograr excelentes estados de salud. Por eso las gripes son tan universales y siempre son una pandemia. el mundo entero las sufre porque usa mal su energía, debilitando su sistema inmume. Aunque las gripes son grandes aliadas de la salud, si las entendemos y sabemos llevar. Por eso fue usada para el gran fraude que acabamos de vivir. Simplemente tomaron algo que naturalizadamente existe y le hicieron propaganda, usando el miedo que ya crearon ficticiamente en las pantallas y lo programaron en la médula de los cerebros permeables.
Es necesario que volvamos a re conectar con la naturaleza, nuestra única casa posible. Es necesario que volvamos a entenderla y a vivir acompasadamente con ella. La mejor vida, la más próspera, la más sana, la más pacifica, sucede así.
Es necesario porque es bueno, porque es clave para llegar jóvenes a viejos. Para no malgastar y si aprovechar la energía de ambos mundos, el de adentro y el de afuera, lo más disponible y gratis que tenemos a diario.
Laura Noemí Montanía
Mujer real, viva y libre.